En días pasados, en el marco de un conversatorio sobre diversidad, el rector de un colegio oficial, Doctor en Educación, compartió que a través de su ejercicio docente realizaba con frecuencia un ejercicio con otras y otros docentes, profesionales del sector educativo y con integrantes de familias; les pedía que cerraran los ojos y, levantando su mano, manifestaran cuando hubiesen vivenciado las situaciones que él estaba exponiendo, planteando, entre otras: ¿se ha sentido discriminada o discriminado en algún momento de su vida? Luego les pedía, que, sin bajar la mano, abrieran los ojos y observaran su entorno. Todas las veces que ha realizado el ejercicio, el 100 % de las personas han manifestado que han sido víctimas de la discriminación.
Ante esta respuesta unánime, les preguntaba acerca de las razones por las cuales habían sido discriminadas o discriminados. Sus explicaciones han sido diversas: por su forma de vestir, el barrio en el viven, el trabajo o labor que realizan, el color de piel, el corte de cabello, la nacionalidad, el género, tener una discapacidad, la situación económica, la posición social, entre muchas otras.
Al indagar sobre quiénes les habían discriminado, la respuesta evidente era que habían sido otras personas. Hombres y mujeres que posiblemente, desde esa perspectiva subjetiva de la interpretación del mundo, consideran que son mejores que el resto de la población, que poseen más recursos o mejores condiciones, lo cual genera brechas entre unas y otras, reafirma estereotipos y prejuicios, al igual que perpetúa comportamientos vulneradores, violentos y segregadores.
Ahora bien, al momento de preguntar si alguna de ellas o ellos había discriminado a alguien, la mayoría de las personas no levantaba la mano porque consideraba que no lo había hecho.
Unas personas discriminan a otras personas y esto no es un asunto menor, porque la discriminación "genera desconfianza, resentimiento, violencia, crimen e inseguridad", según afirmó, con ocasión de la celebración de los Derechos Humanos, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos; agregaríamos que también produce dolor y ruptura del tejido social.
La discriminación genera efectos negativos en las personas que son víctimas de esta, evidenciados en sentimientos de culpa, vergüenza, tristeza y desesperanza que pueden derivar en depresión, ansiedad, aislamiento y soledad, además de la pérdida del interés o de la capacidad para desempeñarse en entornos sociales como el colegio, el trabajo y la comunidad. Y existen casos lamentables que han derivado en el suicidio, como se ha evidenciado en hechos recientes de niñas, niños y adolescentes víctimas de bullying o acoso escolar.
No es posible dejar de lado que la discriminación más allá de afectar a la persona víctima, extiende sus efectos a las familias y al entorno cercano, generando resentimientos, discordias y tensiones que se traducen eventualmente en respuestas agresivas, violentas o autodestructivas.
En este contexto, y con fundamento en la conmemoración del Día de la Cero Discriminación, se quiere invitar a la reflexión acerca de las situaciones de discriminación a las que se ven expuestas las personas con discapacidad, entendiendo que «la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás» (Convención sobre los Derechos de las personas con Discapacidad, 2006).
De acuerdo con la Ley 1346 de 2009, la discriminación por motivos de discapacidad hace referencia a "cualquier distinción, exclusión o restricción por motivos de discapacidad que tenga el propósito o el efecto de obstaculizar o dejar sin efecto el reconocimiento, goce o ejercicio, en igualdad de condiciones, de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en los ámbitos político, económico, social, cultural, civil o de otro tipo. Incluye todas las formas de discriminación, entre ellas, la denegación de ajustes razonables". Esto evidencia que en este caso el concepto se hace más amplio, abarcando el no reconocer o dotar a las personas con discapacidad de aquellas herramientas, entornos o condiciones que les faculten para ponerse a la par de las demás personas.
Reconociendo entonces el impacto de la discriminación en el mundo y el interés de avanzar hacia la construcción de entornos equitativos y justos, la Organización de las Naciones Unidas conmemora el 1 de marzo el Día de la Cero Discriminación: "se trata de un día universal por naturaleza que no tiene que ver solo con el VIH o aspectos referentes a la salud, y que busca llamar la atención sobre cuestiones relacionadas con la discriminación".
Por esto, justamente en esta fecha se quiere hacer un llamado al reconocimiento de la responsabilidad que tenemos frente a los actos de discriminación que suceden cotidianamente en nuestros entornos de interacción y de relación, entendiendo que es posible desde los pensamientos, formas de actuar, expresar y comprender la subjetividad de cada uno y cada una, que generen o promuevan, conscientemente o no, la discriminación de otras personas con y sin discapacidad, extrañas o conocidas, coterráneas o extranjeras.
La Declaración Universal de Derechos Humanos y los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, han reconocido y proclamado que toda persona tiene los derechos y libertades enunciados en esos instrumentos, sin distinción de ninguna índole; pero para que ello se haga realidad en el caso de las personas con discapacidad, el Estado, cada persona y en especial las autoridades y servidores públicos, deben velar porque las barreras se borren a través de prácticas como las planteadas en la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad.
El compromiso entonces, como ciudadanas y ciudadanos, es ser conscientes de nuestros comportamientos, actitudes, palabras y pensamientos en relación con las demás personas con y sin discapacidad, reflexionar antes de opinar o de emitir un concepto sobre otras y otros, conocer y reconocer que todas y todos somos iguales en nuestros derechos y somos diversas y diversos en nuestras formas de ser, de actuar, de sentir y de pensar.
El compromiso es garantizar que a través de nuestras acciones no vamos a discriminar a nadie, que nos sumamos al día de la Cero Discriminación y que asumimos la consigna ¡me comprometo a no discriminar!
Artículo elaborado por María Yolanda Aguilar Cubillos
Referente técnica de discapacidad para la Adolescencia y la Juventud
Subdirección de Gestión Técnica para la Adolescencia y la Juventud
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